1.2. La Segunda Guerra Púnica. Los bárquidas en Hispania

Los bárquidas en Hispania

No será hasta este momento del siglo III a.C., cercanos a las últimas tres décadas del siglo III a.C. cuando la península ibérica entre de pleno en la geopolítica del Mediterráneo occidental, y será una entrada por “la puerta grande”, adquiriendo un repentino protagonismo histórico.

El desembarco de Amílcar con sus tropas se produce en la ciudad de Cádiz en 237 a.C., entonces llamada Gadir por los fenicios, que cuenta con un puerto inmejorable, además de una tradicional implantación de colonos fenicios, templos de gran prestigio en el mundo de la Antigüedad y un recinto urbano atractivo. Controla desde su posición recursos como pesca, cultivos, metales preciosos en abundancia que allí se comercializan. Desde allí la conexión es con la Turdetania, una zona rica. En la ciudad hay talleres, factorías. Será desde aquí donde se proyecte la actividad sin parangón que desplegarán los bárquidas dirigidos por Amílcar en los campos de lo militar y lo diplomático que construyan una zona de influencia púnica.

Después de cerrar acuerdos con otras colonias y asentamientos fenicios tanto del valle del río Guadalquivir como de la costa de la actual Andalucía, Amílcar cree necesario trasladar el centro de su poder a una nueva ciudad, a la que el historiador Diodoro Sículo (XXV, 10, 3; 12) llama “Akra Leuke”, pero no menciona su nombre púnico.

Esta ciudad se confunde con Alicante, la Lucentum de los latinos, pero esto no tiene demasiado sentido, pues si funda Alicante, ¿para qué fundar Asdrúbal Cartagena, que está algo más al sur? La ocupación púnica sigue el camino de oeste a este, y de sur hacia el norte, de una manera progresiva, a medida que aseguraba partes del territorio. Lo lógico y que reúne un grado de mayor probabilidad es que la base logística de Amílcar de nueva planta se hiciese para consolidar y vigilar los intereses cartagineses que estarían asegurando por aquel momento en el distrito minero de Sierra Morena. Hay que señalar que el adjetivo griego “leukos” se aplica a territorios costeros, pero también a emplazamientos que están en el interior. Otro aspecto refuerza esta idea es los matrimonios que se conciertan para Asdrúbal, el yerno de Amílcar, y para el propio Aníbal Barca, pues serán con la aristocracia de Cástulo donde hay grandes yacimientos de plata. Y la Cástulo ibérica se ha situado en la Linares de nuestros días, en Jaén. De hecho, no deja de ser interesante que entre Cádiz y Linares hay 368 kilómetros, y entre Linares y Cartagena hay 331 kilómetros hoy día. Lo que hace pensar que “Akra Leuke” está a medio camino entre Cádiz y Cartagena, en pleno distrito minero de Sierra Morena, y con los recursos naturales que abundan a su alrededor, actuando como centro administrativo, de gestión y de dominio en la región.

El hecho de fundar una ciudad en un lugar tan estratégico anuncia la intención de asentarse y gestionar la riqueza de la región, con lo Amílcar enciende las alarmas de los romanos que envían una embajada a Hispania en 231 a.C., a la que Amílcar recibe con honores y les dio todo tipo de explicaciones que los romanos les demandaron. Les dijo que sólo les hacía la guerra a los hispanos y cuando no había otra solución, y que de ahí estaban saliendo los talentos que se enviaban a Roma. Si Roma quería cobrar, no había otra manera. Y con ello, para Roma Hispania ya es otro lugar sobre le que empezar a proyectarse geopolíticamente a partir de ese momento, de una manera u otra: la península ibérica es un sitio absolutamente estratégico y es rico. Ahora los romanos ya están al día de ello, y de los avances imparables de Amílcar allí.

Una vez Amílcar domina el valle del Guadalquivir, Sierra Morena y todos sus recursos, ahora y sólo ahora, el siguiente paso es avanzar hacia el sureste de la península y buscar un lugar sobre el que fundar una base que de una salida al mar alternativa a Cádiz, que queda para una esfera del comercio cartaginés, y es preciso hacer otra en el Mediterráneo. Para ello, Amílcar sigue el curso del río Segura. Y aparece sitiando Heliké, a la que se ha identificado con Elche, pero estamos ante la misma situación que con Akra Leuke mencionada más arriba. Según las fuentes se trata de un lugar cerca del curso alto del Segura y nos mencionan a las tribus oretanas que se oponen al avance cartaginés. De nuevo, ¿para qué fundar Cartagena si ya tienes Elche? Elche de la Sierra en la provincia de Albacete se propone como una buena candidata. De nuevo, entre Linares y Elche de la Sierra hay 144 kilómetros, y de Elche de la Sierra a Cartagena hay 172 kilómetros.

Será precisamente aquí, cuando Amílcar fallece durante el asedio de Heliké (229/8 a. C.) cuando es atacado por el rey Orisón, que interviene contra Amílcar para ayudara los sitiados (Diodoro 25, 10, 3). La conquista de Heliké es una pieza clave para el plan de sometimiento del entorno de las antiguas factorías fenicias enclavadas en la costa mediterránea y atlántica. La otra parte del proyecto consiste en abrirse paso a través de la zona minera de Sierra Morena hasta el Mediterráneo, y se llevará a cabo con el sucesor de Amílcar, que será su yerno Asdrúbal, que una vez consolide la salida al mar Mediterráneo funde Cartagena, sucesora de Akra Leuke, y a partir de ahora gran centro del dominio de los bárquidas (c. 228/7 a. C.). El nombre de la ciudad es idéntico al de Cartago (Qarthadasch, “Ciudad Nueva”), y tiene un marcado carácter programático, demostrando con ello la vocación de unir a ambas ciudades y con ello se aseguran el carácter sostenido por todos los lazos posibles con la península ibérica y África, y de nuevo, encontramos una vertiente comercial de productos de una región amplia, tal como Cádiz, a lo que se suman minas de plata, campos de esparto, fundamental para cestos, calzados y un amplio etcétera, además de pesquerías.

En aproximadamente algo más de un decenio los bárquidas han consolidado un dominio que queda delimitado por el río Guadalquivir y el río Segura en su lado norte, además del Atlántico en el suroeste, y el Mediterráneo por el sureste.

Allí se ubican explotaciones agropecuarias y zonas de explotación mineras que son las más prósperas de Occidente (Estrabón 3,1-6; 2,1; 2, 3-6); además, las planicies del interior se explotan mediante métodos de cultivo extensivo y el desarrollo de una copiosa ganadería, los fértiles valles de los ríos Guadalquivir y Genil facilitan una explotación intensiva del suelo, semejante a la que practica Cartago en el norte de África y que rendía considerables cantidades de aceite, vid y cereales.

Esta región había vivido una fuerte aculturación durante la época que va del siglo VIII al III a.C., impulsado desde las factorías fenicias que se repartían entre el Atlántico y ese lado del Mediterráneo. Los fenicios empezaron asentándose por los metales estratégicos del momento, y pasaron a desarrollar una compleja y altamente diferenciada estructura económica.

En este momento de consolidación por Asdrúbal, el yerno de Amílcar, los bárquidas controlan el distrito de Río Tinto (Huelva) con cobre como elemento más destacado, hierro y plata en la zona de Sierra Morena-Cástulo (Linares, en Jaén) , a lo que sumarán el sector minero de la Sierra Almagrera con salida al mar en Villaricos (Almería), así como las minas de plata cerca de Cartagena (Estrabón III, 2, 8-11).

Por la división de sus ejércitos a la hora de defenderse de Roma podemos deducir que administrativamente el territorio se divide en tres unidades administrativas o pagi, con tres cuerpos del ejército confiados a Asdrúbal, hijo de Giscón (litoral atlántico), Magón Barca (zona del Estrecho) y Asdrúbal Barca (litoral mediterráneo), esto determina el dominio del sur y el sureste peninsular ibérico.

Sobre el auténtico alcance de los dominios cartagineses en Hispania cabe reflexionar sobre un hecho fundamental. Los hallazgos arqueológicos muestran que para este periodo la cerámica de barniz rojo, propia de la cultura fenicia, ya sea por naturales de este pueblo, o por pueblos de la región que toman estas referencias culturales, abarcan estrictamente esta región. Más al norte de la línea del Segura las influencias son otras. En esta región cartaginesa se hallan tesoros con monedas púnicas destinadas al pago de tropa al sur de la línea marcada por el Guadalquivir y el Segura.

Ante tal cuestión y tal concentración de riqueza y recursos de todo tipo, incluidos los humanos, Roma se muestra intranquila. Los intercambios de tipo mercantil entre Roma y su federación se empiezan a rastrear en este marco temporal: objetos de bronce y cerámicas de Etruria (grosso modo, la actual Toscana), la cerámica de barniz negro, estampillas hechas en Etruria, en el Lacio y en Campania que se manifiesta en la producción de platos con relieves. Estos artefactos, producidos en Caere, al sur de Etruria, en Campania (alrededor de Nápoles) y la misma Roma están presentes al norte de la línea marcada por el Guadalquivir y el río Segura, con lo que podemos presumir un reparto de esferas de influencia, propio de una potencia ganadora aliada con Marsella y apoyada por asentamientos griegos, como los de Ampurias/Empúries. Así que el asentamiento y fundación de Cartagena, ahora sí, en la costa mediterránea, pone nerviosa a Roma, que está, recordemos entretenida con el Adriático y los celtas de la Galia Cisalpina, una vez pasado el río Rubicón, hoy día dentro de la República de Italia. Polibio (II, 13, 7), nos explica que los romanos:

“(…) mandaron legados a Asdrúbal y concluyeron con él un pacto en el que, pasando por alto el resto del territorio hispano, se dispuso que los cartagineses no atravesarían con fines bélicos el río denominado Iber”.

Este río, llamado en griego Íber y en latín Hiberus, es el límite por el norte de los dominios cartagineses. Se ha querido ver en este río el actual río Ebro, pero la presencia de materiales comerciales, la ausencia de los yacimientos dados al sur de la línea Guadalquivir-Segura, la determinación romana de proyectarse geopolíticamente, que hemos podido comprobar al aguardar lo suficiente para ver a Cartago agotada y al borde del colapso para declarar una guerra incruenta que supuso la incorporación de Cerdeña y Córcega para los romanos… todo ello nos lleva a pensar que la alianza de los romanos con Marsella y la proyección de esta ciudad en las costas de lo que hoy sería el litoral catalán septentrional, la visita a Akra Leuke de una delegación anterior, y la información que de rutas comerciales se podía sacar de Hispania y su fachada Mediterránea al norte del Segura, nos lleva a concluir que río Iber o Hiberus no es el río Ebro. Sería una muestra de generosidad sin precedentes, entregar a los cartagineses tres cuartas partes de la península ibérica, y más viendo la riqueza que los bárquidas estaban obteniendo de ese trozo peninsular, si se proyecta al resto de la península y Roma lo permitía… Roma se estaba poniendo la soga al cuello. De modo que no, lo que le exige Roma a los bárquidas es que detengan su avance militar en dónde lo han dejado, el río Segura.

Por si fuera poco, Polibio lo explica en III, 30, 3:

“Si consideramos la destrucción de Sagunto como el motivo de la guerra tenemos que reconocer que los cartagineses fueron los culpables de que ésta estallara por dos razones. Por una parte, incumplieron el tratado de Lutacio que daba seguridad a los aliados y prohibía inmiscuirse en la esfera ajena, por otra parte, violaron el tratado de Asdrúbal que prohibía cruzar el río Iber al frente de un ejército.”

Bien, si Aníbal toma Sagunto y no dice, en lo que tiene que ver con el segundo tratado, el de Asdrúbal, que Aníbal había cruzado el río Iber… ¿cómo va a ser el Ebro, que está 172,7 kilómetros dirección norte partiendo de Sagunto y siguiendo la costa?

Tito Livio, el historiador romano de la época de Augusto, explica en su magna obra “Desde la fundación de la ciudad”, en XXI, 2, 7:

“Con este Asdrúbal, dado que había demostrado una sorprendente habilidad para atraerse a los pueblos e incorporarlos a su dominio, había renovado el pueblo romano el tratado de alianza, según el cual el río Hiberus constituiría la línea de demarcación entre ambos imperios y se respetaría la independencia de los saguntinos, situados en la zona intermedia entre los dominios de ambos pueblos”

Dejando claro que Sagunto no está en área de influencia de los cartagineses, si no en una “zona intermedia” entre ambas esferas imperiales, aunque por los restos cerámicos sí que vemos que al norte del Segura el comercio cae del lado romano-itálico.

Otra idea que refuerza este hecho viene dada por la llegada de los romanos a la península ibérica y el inicio de una costosa incorporación. Tal acontecimiento, que sucede en 197 a.C., una vez deciden consolidar y administrar los dominios logrados en la península ibérica, lo hacen de una manera muy consecuente con los romanos, pues empiezan adaptando nombres topográficos al latín, y respetando las demarcaciones. Es interesante que la primera división que hacen de la península establece una parte delimitada por la frontera del Guadalquivir y el río Segura. De ambos accidentes hacia el sur será Hispania Citerior. Desde el Segura, siguiendo la costa, hasta los Pirineos, la Hispania Ulterior.

Pero lo cierto es que, aún conteniendo a los cartagineses entre los ríos Guadalquivir y Segura, el territorio controlado en ese espacio es mayor que el de Sicilia y Cerdeña juntas y muchísimo más productivo que el dominio de Numidia, en el norte de África.

La muerte de Asdrúbal y el ascenso de Aníbal. Las campañas hispanas

La muerte de Asdrúbal en 221 a.C., siete años más tarde que la muerte de Amílcar, que fue hecha a manos de un esclavo del rey celta Tagus, que de esta forma vengaba la muerte de su antiguo amo, en Silio Itálico I, 155-170.

Esta situación hace que el mando de la familia Barca pase a Aníbal y sus primeras acciones ya dan muestra de un notable dinamismo. En la primavera del 221 a. C. reorganiza su ejército e invade las tierras de los olcades tomando la ciudad de Altaya, cuya ubicación se desconoce. La resistencia que se trata de oponer a su avance no tardará en descomponerse. El resto de las ciudades perciben el terrible poder ofensivo desplegado por los cartagineses, así que optan por rendirse, y aceptan el pago de tributos (Polibio III, 13).

En el año 220 a. C. Aníbal se pone al frente de sus tropas partiendo desde Cartagena en dirección norte. Siguiendo el curso del Segura y del Guadalquivir, en cuyo curso inferior toma el camino dirección norte por la antigua Vía de la Plata penetrando en la meseta. Una vez alcanza la meseta, su expedición entra en las tierras de los vacceos en la cuenca del Duero. Los objetivos que persigue son las ciudades de Helmantica o Salamanca y Arbucale, la actual Toro. A pesar de que intentan defenderse, ambas ciudades no tardan en caer (Polibio III, 14). A pesar de que Polibio no nos da detalles sobre los motivos que se hallan tras esta expedición, no es difícil calcular que se trata de una campaña rápida hecha con la finalidad de obtener pillaje, reclutar nuevas tropas y apoderarse del grano necesario para alimentar al creciente ejército, mientras que se aprovecha las circunstancias para hacer un ensayo con un enemigo real respecto a la capacidad operativa del complejo dispositivo militar cartaginés que a cuyo frente está ahora Aníbal. Cuando vuelven a sus bases más allá del Guadalquivir y el Segura, los cartagineses serán hostigados por los carpetanos en los alrededores de la actual Toledo, en las orillas del río Tajo, pero logran vencer y conservar el buen botín que lograron.

Cuando en el año 221 a. C. Aníbal es el designado para ostentar el mando del ejército cartaginés en Hispania no hay contencioso alguno con la ciudad de Sagunto. Con bastante certeza el tratado de Asdrúbal es un claro factor de estabilización en las respectivas zonas de interés romano-cartaginesas, por un lado, mientras que limita las ambiciones y la ocasión de chocar entre los dos signatarios. Pero, es evidente, la nueva orientación político-militar de Aníbal, que queda patente a través de sus campañas contra los olcades y vacceos, sí parece haber producido conatos de alarma. Aunque ambas expediciones no pasan de ser correrías, ya que no se producen anexiones territoriales, hay que reconocer que introducen una nueva dinámica en el panorama político hispano. El factor novedoso que suscitan las operaciones orientadas por primera vez hacia regiones situadas al norte de la línea Guadalquivir es la conclusión de tratados de amistad con comunidades fuera del ámbito tradicional de las actividades púnicas.

Hagamos un incisivo en este punto, antes de seguir, pues han sucedido unas cuantas cosas que van a requerir que pensemos.

  1. Asdrúbal, el cuñado de Aníbal Barca, ha muerto.
  2. Asdrúbal ha fijado un tratado con Roma que determina que los cartagineses no pasen el río Iber, el río Segura de nuestro tiempo, quedando el resto del territorio de la península sin fijar límite.
  3. Lo que podemos concluir es que lo que Roma no desea es que ocupe Cartago más terreno del litoral mediterráneo hispánico. Si lo hace, se expone al conflicto de intereses con los romanos y sus aliados. Recordemos que Roma tiene una alianza con Marsella y ambas ciudades proyectan su comercio e intereses por el litoral mediterráneo hasta el río Segura. Recuerden, también, la distribución arqueológica de bienes y artefactos, cómo la esfera romana-itálica predomina en el litoral mediterráneo hasta, precisamente, la zona definida por el océano Atlántico, el Mar Mediterráneo y los ríos Guadalquivir y Segura.
  4. Aníbal se reafirma al ascender a la ostentación del máximo poder cartaginés en Hispania, y para ello cumple escrupulosamente el acuerdo… pero por un lado alejado del litoral mediterráneo asciende por la Vía de la Plata hasta alcanzar la meseta y el río Duero y sus afluentes, asaltando Helmantica/Salamanca y Arbucale/Toro, seguramente dos objetivos ricos y que persiguen demostrar a los habitantes de las mesetas el poder de las armas cartaginesas, con el marcado carácter de ausencia de las armas romanas.
  5. Luego, la conclusión para los autóctonos no sometidos a Cartago es que conviene cerrar acuerdos con Cartago, que de paso suponen oro, quitarse excedentes de población masculina y paz entre los territorios, y fundamentalmente con Cartago.
  6. Roma está en guerra por la Galia Cisalpina, que es el territorio que hay una vez pasados los ríos Rubicón y Arno marchando en dirección norte hasta los mismos Alpes, con la excepción de la Liguria. Tanto la Galia Cisalpina como Liguria son dos lugares poblados por los celtas. En 225 a.C. los bayos y los ínsubros emprenden la guerra contra Roma, que hacía ya unas décadas que fueron vencidos por los romanos. En este caso los gesatas, unos galos transalpinos, es decir, al otro lado de los Alpes, les dan su apoyo iniciando una guerra contra Roma, que los vénetos y los cenomanos prefirieron no secundar, manteniéndose fieles a Roma. Pero fueron vencidos con facilidad, con lo que los persiguieron los romanos y optaron por iniciar una campaña que les permitiese anexarse el valle del río Po, y el dominio de Mediolanum/Milán, el principal de los asentamientos ínsubros. El establecimiento de las colonias pobladas con seis mil latinos tanto en Cremona como Plasencia fue una medida que Roma contó como suficiente para pacificar la zona, estos acontecimientos deben tenerse presentes, así como que cosa también se precipitaron los acontecimientos que supusieron la declaración de la segunda guerra ilírica, entre 220 y 219 a.C. y que dejó a Demetrio de Faros derrotado y refugiado en la corte del rey Filipo V de Macedonia.

Cerrado este breve, pero imprescindible excurso, continuamos con Hispania. Los turboletas, cuyo territorio se corresponde con aproximadamente zonas de la actual provincia de Teruel, deciden que merece la pena formar parte de la confederación de pueblos hispanos liderada por Cartago.

Esta demostración de fuerza y la forma en que las alianzas se suceden a favor de Cartago hace que los acontecimientos se precipiten, y que, ya que sus principales competidores han cerrado una alianza con Cartago, Sagunto tenga que buscar alguien que equilibre los deseos del cliente, los turboletas, y sus patronos en la relación clientelar, los cartagineses.

Ante tal cuestión Roma, que está y estará con dos frentes abiertos en su área inmediata de acción, recuerden los dos conflictos que se han mencionada más arriba, no duda y se presta a asociarse con Sagunto. De acuerdo a los hechos, pero no obstante la falta de datos precisos que han llegado hasta nosotros sobre el particular, resulta muy improbable que el acuerdo alcanzado entre Sagunto y Roma date de fechas anteriores al año 221 a. C.

Al quedar establecido el vínculo contractual entre Sagunto y Roma (foedus), serán los romanos los que deberán socorrer a la aliada ciudad ibérica costera con su superioridad marítima y sus ejércitos en caso de producirse un conflicto bélico.

Cómo Sagunto llega a ser casus belli

Sagunto acosaba a los turboletas, que se alían con Cartago. Estos últimos piden la asistencia de Cartago, que decide intervenir y le exige a Sagunto que reconsidere su situación y abandonen su actitud respecto a los turboletas.

Es evidente que Sagunto sabe perfectamente dos cosas: el tratado de Asdrúbal impide a un ejército cartaginés atravesar el río Segura y avanzar, se entiende que por la vía de la costa. Al ser Sagunto ciudad con puerto de mar, y ya que para cumplir su amenaza Aníbal ha de cruzar el río Segura, los saguntinos se sienten seguros. Además, Roma, que está muy ocupada en su esfera de la Cisalpina y el Adriático, tiene una alianza con Sagunto. Así que Sagunto concluye que Aníbal no hará nada realmente en esta disputa con los turboletas. La negativa a atender los requerimientos de Cartago se traduce en que Aníbal cruza el río Segura y llega con un ejército a Sagunto. Entonces, los saguntinos siguen pensando que, llegados a este punto, Roma ha de acudir a cumplir el tratado, tal y como Aníbal lo ha cumplido hasta las últimas consecuencias con los turboletas. Los pueblos de la península ibérica miran interesados esa pugna, y también miran hacia Roma. A partir de este momento, lo local y lo global se solapan y se lanza el conflicto.

Con lo sucedido Aníbal demuestra que no va a aceptar las reglas que Roma impone en el marco hispano. A su vez, Aníbal se ve forzado a actuar así, pues en caso de no hacerlo, a ojos de los nuevos aliados la parte fuerte y con quien buscar una alianza sería Roma y no Cartago, con lo que sus recursos de todo tipo, incluidos los humanos, estarían a disposición de Roma poniendo en cuestión la firmeza del asentamiento de los bárquidas en Hispania.

El paso del Segura se produce en la primavera del año 219 a.C., mientras Roma mantiene el segundo conflicto en Iliria y tiene que pacificar la Galia Cisalpina (Polibio III, 17; Livio XXI, 7-15). La primera acción contra la ciudad de Arse, la actual Sagunto por parte de Aníbal es un asalto frontal, pero fracasa. De modo que no queda más solución que iniciar un asedio con una población bien defendida y con la esperanza de que Roma vendrá en su ayuda. Tomar la ciudad les cuesta a las tropas de Aníbal más de ocho meses, cuando la población ya ha comprendido decepcionada que Roma no vendrá a ayudarla, implicada en los escenarios en los que debe combatir y con el peligro de que el reino de Macedonia reacciones a la cuestión ilírica. Al final, las tropas de Aníbal asaltan la ciudad y Aníbal permite que sus soldados se dediquen al pillaje, imponiendo a los supervivientes un duro castigo que tiene una vertiente propagandística, desatándose una auténtica matanza entre los saguntinos, con la finalidad de advertir a otros pueblos hispanos a no desobedecer a Aníbal ni a los bárquidas. Que en Hispania Cartago es la potencia dominante, y que quien sea lía y es fiel a Cartago merece su protección, no importan las consecuencias; y, que quien se opone a Cartago o a un aliado cartaginés… ahí está lo sucedido a Sagunto, aliada con Roma.

¿Qué hará Roma? Lo cierto es que también esta situación propicia un casus belli para Roma para actuar contra Cartago y demostrar su autoridad a los hispanos. De este último punto se encarga Tito Livio (XXI, 19, 9-11) de explicarnos que los representantes de ciertos pueblos del norte de Hispania replican a mensajeros romanos que quieren atraerlos al lado romano:

¿No os da vergüenza, romanos, pedirnos que optemos a favor de vuestra amistad en contra de la de Cartago, cuando con quienes así lo hicieron vosotros fuisteis más crueles al traicionarlos que el enemigo cartaginés al acabar con ellos? Mi opinión es que vayáis a buscar aliados donde se desconozca el desastre de Sagunto; para los pueblos de Hispania las ruinas de Sagunto serán un ejemplo tan siniestro como señalado para que nadie se fíe de la lealtad o de la alianza romana.

Sin duda, el autor quiere reflejar la responsabilidad de Roma que se tiene que aducir para demostrar la superioridad propagandística, moral, militar y de capacidad de proyección geopolítica de Roma en detrimento de la de Cartago.

Por tal razón Roma despacha una embajada a Cartago para exponer los sucesos y reclamar responsabilidades por lo sucedido en Sagunto. La situación es relatada de manera diferente en Polibio (III, 29-33), que en Livio (XXI, 10, 11-13), que menciona una intervención de Hannón, donde este pide la entrega de Aníbal a los romanos. Debemos contar con que Polibio escribe desde el siglo II y Livio desde la propaganda de Augusto algo más de un siglo más tarde que Polibio. Al final, la embajada romana acude con la intención de declarar una guerra, pero debe haber algún elemento que lo propicie; no obstante, el Senado de Cartago percibe la trampa y se mueve con astucia. Al final, el Senado de Cartago acaba por decir al representante romano que decida él qué es lo que quiere para Roma y Cartago, y este dice que guerra.

Definiendo estrategias: Roma contra Cartago

Ambos contendientes tienen dos desafíos: el control del Mediterráneo occidental; y, dependiendo de cómo sea el resultado para el perdedor, la eventual desaparición como potencia de primer rango. Al respecto, una de las cosas que se mencionan es el juramento que Amílcar Barca le hizo hacer a su hijo, Aníbal. Se trataría de que siempre sería enemigo de los romanos, como le explicaría al monarca seleúcida Antíoco III.

Aníbal tiene que gestionar los siguientes condicionantes:

  • Roma domina el mar
  • Cartago ha quedado mermada en cuanto a flota y poder naval
  • Cartago es vulnerable a un ataque lanzado desde Europa a través del Mediterráneo central. Si tal situación se diera Cartago perdería ciudades, riqueza, se podría provocar una rebelión general contra Cartago tanto desde el frente libio como desde el frente númida. La ciudad ha demostrado ya su debilidad anteriormente, recuerden Agatocles y la Primera Guerra Púnica con Régulo.
  • Para hacer la guerra se necesitan suministros, armas, talleres, minerales, acuñar moneda que se acepte como pago, y una fuerte demografía. La base de la guerra está, en estos términos, en Hispania. Este punto se coordina con el anterior, porque esto convierte a Hispania en objetivo, pues cortando los suministros, bases de reclutamiento de mercenarios, controlando las minas, dañando la economía cartaginesa en Hispania… es una manera de ganar la guerra. Esto obliga a Roma a considerar una de las dos posibilidades, o las dos a la vez: atacar Hispania y/o Cartago.
  • De lo que carece Cartago en cuanto a demografía y aliados firmes en el hinterland de Roma, alianzas firmes con otros pueblos de su región vital inmediata y estratégica… de todo eso va sobrada Roma, que no tiene necesidad de usar mercenarios. Ha combatido Roma sin descanso, al igual que los bárquidas, pero estos últimos lo han hecho con mercenarios. Además, los romanos combaten en su terreno. Perder significa saqueos, violaciones, destrucción…
  • Roma, al definir una corona de islas grandes como parte estratégica de su territorio y proyección, además de al haber vencido a Pirro de Epiro, todo ello ha hecho que Roma “salte” sus límites naturales marcados por los ríos Arno y Rubicón al norte, las grandes islas del Mediterráneo, y el Mar Adriático. Gracias a la finalización de la Primera Guerra Púnica y los acontecimientos que se sucedieron Roma controló Córcega, Cerdeña, Sicilia y todas las islas entre Sicilia e Italia. La guerra en la Galia Cisalpina lleva a los romanos a enfrentarse a los galos que habitan a partir del Arno y el Rubicón hasta los Alpes, además de dominar a los vénetos (grosso modo, la actual Venecia y la región del Véneto) y ganar una proyección mayor sobre el Adriático. A ello se sumarán los celtas del otro lado de los Alpes que apoyarán, como ya se ha dicho, uno de aquellos conflictos. Las dos guerras hechas en Iliria abren un escenario que ponen a Roma en colisión con los intereses de uno de los reinos helenísticos que estaba en una fase de refuerzo y cierto ascenso, el Reino de Macedonia. A ellos se sumarán las otras zonas de influencia como son el Reino de Siria de los seléucidas y el Reino de Egipto de los lágidas o ptolomeos, además de las ciudades-estado griegas que están tratando de buscar soluciones que les permitan afrontar a un Reino de Macedonia en ascenso, y de colosos como los seléucidas y los ptolomeos, herederos de los generales que se repartieron el poder a la muerte del gran referente, Alejandro Magno.
  • De modo que Roma ha tenido conflicto con los griegos de la Magna Grecia, al sur de la península; es el hegemón de zonas donde habitan los oscos, los samnitas, los campanos… Siracusa, en Sicilia, sabe del poder y capacidad de Roma y mientras Hierón gobierne la ciudad, no se apartará de una política construida sobre acuerdos y pactos con Roma. Tenemos a los galos, que los del otro lado de los Alpes pueden considerar que Roma quizás se quede contenida ahí, o quizás salte los Alpes… al fin y al cabo, Roma ya tiene acuerdos con Marsella y las ciudades griegas del litoral septentrional mediterráneo de la península ibérica. A su vez, la fragmentación en ese momento de los galos o celtas los lleva a tener una postura acorde con su atomización y juegos de poder en el marco local. Partes de un pueblo galo pueden apostar por cooperar con Aníbal a cambio de un precio, pero otros pueden decidir que ese acuerdo a ellos no les atañe y marcar un perfil político propio. Otros galos pueden pensar que, si están tan cerca de Roma, y esta vence, entonces quedan muy cerca de las represalias romanas. Otros en cambio pueden considerar que están demasiado lejos y tienen buenas relaciones comerciales con aliados de los griegos de Marsella y de la península ibérica, y o bien pactar o bien granjearse el apoyo de los griegos aliados con Roma de una forma u otra. Para los galos de la Galia Cisalpina que han estado luchando, algunos de ellos, hasta hacía poco tiempo, quizás podrían prestar su ayuda de diferentes maneras a Aníbal, pues la victoria les devolvería su territorio, pero siempre teniendo en cuenta la tendencia a la fragmentación y atomización del poder celta, sus enfrentamientos por cuotas de poder, etcétera. Por último, tenemos a una potencia helenística militar, y hablaremos en este tema de la forma de hacer la guerra helenística y de la influencia de Alejandro Magno y de las monarquías helenísticas. Esta potencia helenística es el Reino de Macedonia, y está inquieto por el ascenso de Roma y su presencia en Iliria. De hecho, Filipo V de Macedonia acoge a Demetrio de Faros. Sus intenciones están claras, manifiestan animadversión hacia Roma.

Este es el panorama geopolítico y de las relaciones internacionales. Nos muestra con claridad que la guerra va a ser terrestre, pues es la única forma de salvar por parte de Cartago su deficiencia de naves de guerra como consecuencia de los tratados firmados con Roma. También se percibe una necesidad estratégica muy clara: Aníbal, dada su posición objetivamente inferior y dados también los condicionantes en la política exterior manifestados, sólo le queda una opción estratégica clara: velocidad, tierra, agresividad, inteligencia táctica, ir a la ofensiva. Tiene que aprovechar las circunstancias de Roma, su comprensión de la estrategia romana, y el panorama geopolítico de la región y la región ampliada para lanzar un ataque sobre la misma Roma que obligue a abandonar la estrategia romana, tradicionalmente ofensiva y agresiva, para que pase a ser defensiva. Asestar rápidamente cuántos más golpes y más definitivos a Roma mejor en el campo de batalla, y obligarla a negociar.

Pero con lo expuesto hasta aquí no es suficiente para alcanzar la victoria, y Aníbal lo sabe. ¿Qué razones tiene? ¿Cómo hacerlo?

El dominio marítimo de Roma dificulta, por no decir que imposibilita un desembarco de tropas masivo en Italia. El mar es de Roma. Luego, la ofensiva ha de ser terrestre. Para ello va a tener que pasar el río Segura dirección norte, cruzar el actual río Ebro, enfrentarse a los celtas e íberos de la península ibérica en la zona de cercanía a la costa mediterránea, cruzar los Pirineos, cruzar el Ródano, cruzar los Alpes y derrotar a los romanos. En todo ese viaje, habría pérdidas, y tendría que dejar cuerpos del ejército en zonas clave para tratar de mantener el control de regiones, como puede ser en la actual Cataluña. Además, tendría bajas en sus enfrentamientos contra los romanos. Cartago se enfrenta también a la cuestión de sortear la superioridad numérica naval romana para abastecer a Aníbal en Italia, por no hablar de mandarle refuerzos. Para ello, lo normal es que los refuerzos también lleguen por vía terrestre, haciendo los esfuerzos diplomáticos que sean precisos para facilitar esta cuestión y mantener expedita la vía para lograrlo. Para debilitar a Roma el valor añadido estriba en la alianza con los griegos: por tal razón, Aníbal, entre otras cosas que luego veremos, no deberá atacar a ningún contingente griego, tampoco ningún asentamiento griego. Deberá evitar las ciudades griegas del Mediterráneo español y Marsella. En caso de que llegara a Italia tampoco deberá atacar a los griegos del sur ni atacar a Siracusa, en ninguna circunstancia y sin hacer ninguna excepción. Deberá trabajar con Macedonia y atraerla hacia una alianza, por la proximidad con Roma, la calidad de su ejército, sus ambiciones en ascenso y jugar la baza griega. Por último, debe aislar a Roma de los otros pueblos itálicos.

Cómo la religión es un elemento propagandístico

A través de diferentes fuentes, entre otras las numismáticas, es posible reconstruir el mensaje propagandístico por el que los Barca construyen su política hispana y proyectan su influencia para llevar a cabo una guerra contra Roma, caso de Aníbal.

Es frecuente apreciar la figura de un hombre en sus caras, y en reversos se ven palmeras, caballos parados o proas de barco. Se trata, en el reverso, de los elementos tradicionales típicos de las emisiones de las cecas púnicas. En algunos casos representan retratos de los bárquidas… pero están representados con los siguientes atributos: una piel de león, una maza o bastón asociado a Hércules/Herakles. Se trata precisamente de la asociación de Herakles o Hércules con el dios fenicio Melkart, pues en el fondo se trata de mitos similares. Los bárquidas queda claro que quieren representarse con esta ambigüedad.

La idea-fuerza que se quiere representar es que Amílcar, Asdrúbal y Aníbal son asimilables a Herakles/Hércules/Melkart, dependiendo de si hablamos en latín, griego o fenicio, pero es la misma divinidad. ¿Por qué ese dios y no cualquier otro dios o diosa? Porque Herakles/Hércules llegó a la península ibérica dentro del contexto de sus “Doce trabajos”, una serie de pruebas que hubo de enfrentar en su categoría de semidiós y humano, como forma de catarsis. Entre otros, alcanzar la península, derrotar a Gerión, conducir su ganado a través de la costa y los Alpes hasta Italia.

Es interesante el hecho de alcanzar la victoria en España, engendrar dos hijos, que las fuentes nos dan los nombre de Iber y Celta, por consiguiente, los ancestros de los íberos y los celtas. Es el ejemplo de una victoria incontestable, definitiva. De alcanzar proezas que nadie más podría soñar con imaginar en un sentido absoluto o completo, como queda representado por el número 12. Pero… ¿acaso los Barca quieren ejemplificar algo más, además de victoria, superación, éxito?

Aníbal Barca, como cartaginés de nacimiento, y para mayor abundamiento, miembro de la oligarquía comerciante, es alguien que está totalmente helenizado. El proceso de helenización de Cartago se vuelve muy fuerte a partir del siglo IV a.C., con la expansión de Alejandro, la fijación de un modelo lingüístico común, el koiné o griego común y el ejemplo de Alejandro.

Ese modelo cultural llega a Cartago a través de Sicilia y se mantiene en el tiempo, a pesar de no perder su tradición fenicia. Y como tal es inculcado por el padre de Aníbal, Amílcar Barca, que proporciona a su hijo un tutor griego que instruirá a Aníbal en campos como la estrategia, la mitología y otros.

El fenómeno dirigido por los bárquidas forma parte de una imitación del modelo propagandístico de Alejandro Magno, pero adaptado al caso concreto de la familia Barca y su proyección geopolítica. Esto se produce con la apropiación de Melqart/Heracles/Hércules que hace, en este momento concreto, Aníbal. Melqart cuenta en Cádiz con un templo de gran prestigio, y para ello usa al dios como método para gestionar y dar difusión a sus políticas para Hispania y para la región del Mediterráneo.

Así, con un carácter previo y marcadamente propagandístico, antes de iniciar el conflicto con Roma, Aníbal acude a Cádiz, al templo de Melqart, siguiendo a Silio Itálico (III, 1 y siguientes) como a Tito Livio (XXI, 21), logrando de este modo revestir los sucesos que vendrán de un carácter sagrado, como voluntad del dios. Además, y no menos importante que lo mencionado, es el hecho de que Aníbal da una mayor solidez de esta forma a su persona, mediante la propaganda religiosa, adoptando los atributos del dios, para igualar sus gestas, y con todo ello, engrandecer la obra de los Barca. Así, por ejemplo, ya Asdrúbal insistió en este hecho desde su sede en Cartagena, donde aparece ostentado la diadema real, como si de un monarca helenístico se tratase.

También en esta época se produce la asociación entre Melqart y la diosa fenicia Astarté, asociada durante el marco de la época helenística, empezado en el siglo IV a.C. con Afrodita, y en los aspectos de diosa de la naturaleza y la fertilidad con Deméter. Astarté/Afrodita/Venus… asociada con el planeta que hoy conocemos con su nombre por su heraldo de la noche, es símbolo del amor erótico, pero también es diosa guerrera, y protectora de la navegación y los nacimientos, la regeneración y la fertilidad. Uno de sus amantes favoritos es el dios Ares/Marte, el dios de la guerra. No deja de ser interesante cómo Julio César tomará a Venus para el mismo propósito que Aníbal tomó a Melqart/Hércules/Herakles. La suma de Melqart y Astarté recibirá el nombre de Milkashtart.

Para Aníbal la gran referencia es, ya se puede intuir por lo mencionado hasta ahora, Alejandro Magno. Estamos ante el primer hombre del Mediterráneo occidental que desarrollará toda la parafernalia asociada a Alejandro Magno. Hasta el momento en la región del Mediterráneo occidental y central la guerra se resolvía de acuerdo con un patrón: se peleaba mediante enfrentamientos terrestres o marítimos, alrededor de ciudades o en puntos muy limitados en un aspecto geográfico. Aníbal es un salto adelante y una equiparación a la forma de hacer la guerra y entender la estrategia helenística, cuando introduce el cartaginés los métodos desarrollados por Alejandro Magno y sus sucesores, los llamados Diádocos: se amplían los escenarios, la táctica se flexibiliza, aumenta la velocidad y la dinámica operativa de los ejércitos.

De hecho, la imitación de Alejandro Magno, a veces casual, está presente en Aníbal. Ambos han de emprender una suerte de “guerra de venganza”, ambos son muy jóvenes cuando se hacen cargo del destino de sus seguidores, ambos emprenden una lucha titánica, ambos son veloces, ágiles, grandes estrategas. Ambos hacen uso de la diplomacia y de la propaganda para conseguir debilitar a su poderoso rival. Ambos cuentan con una diferencia en su contra en cuanto a reservas demográficas. Ambos se asocian a Herakles. Alejandro lo hará hacia el Oriente, mientras que Aníbal lo hará en el Occidente, en las columnas de Hércules. Ambos superarán ríos, grandes barreras montañosas, en el caso de Alejandro el mítico paso del Hindú Kush, Aníbal el cruce de los Pirineos y, ante todo, de los Alpes. Aníbal busca la huella de Alejandro Magno para poner en ella su pie.

Lo mencionamos más arriba, en este apartado, un tutor griego, el historiador Sósilo de Esparta, será quien abra los horizontes de vocación Universal de los griegos a partir de Alejandro Magno. De la mano de Sósilo de Esparta Aníbal entra en contacto con la Historia Militar y la mitología. Sus referencias obvias fueron Alejandro Magno y sus sucesores, Pirro de Epiro y la obra de reforma del genial Jantipo, aquel mercenario espartano tan brillante que propició la victoria que salvó a Cartago durante la Primera Guerra Púnica.

La imitación de Alejandro Magno por parte de Aníbal traza un paralelismo muy interesante. Como ya se ha esbozado, Alejandro Magno preparó su expedición a Asia en clave propagandística, mediante una ofensiva que llamaba a los griegos a aunar esfuerzos alrededor de su persona para vengarse de los persas por los daños y destrucción ocasionada por las Guerras Médicas, además de vengar la supuesta intervención mediante soborno de los persas que acabó con el asesinato de su padre, Filipo II de Macedonia, quien debería haber llevado la guerra a los persas. En Aníbal también hay ese espíritu de legado asumido, de venganza o reparación por acción dolosa del enemigo, haciendo un llamamiento helénico, pues se circunscribe a exactamente todos los helenos y los que participan del helenismo, caso de fenicios e itálicos del sur. Se trata de debilitar, al igual que hizo Alejandro Magno a los persas con los griegos de Asia Menor, los fenicios, los judíos y los egipcios, como movimiento previo para asaltar el poder concentrado en el “rey de reyes” de los persas.

Al igual que Alejandro, Aníbal porta una estatuilla del dios Herakles, en concreto la que portaba también Alejandro Magno. Un signo de comunión con el dios y con todos los devotos.

Además, recordemos que Herakles/Hércules, controló Hispania en el relato mitológico, tuvo dos hijos, que son los ancestros de íberos y celtas. Tampoco es casualidad que, por ejemplo, que Ogmios, el dios celta se asocie a un dios vestido con piel de león, que porta maza o clava, y arco y carcaj. Todos ellos los símbolos de Herakles. A través de la elocuencia atrae a sus fieles, y símbolo del poder de la palabra que une a dioses y a hombres. En su nombre se bendice a los amigos, pero se maldice terriblemente a los enemigos. Todos estos elementos están plenamente compartidos con todos esos pueblos.

No obstante, Roma llegado el momento, también entraría en el combate propagandístico espiritual, y opondría su contraparte a Aníbal. Su némesis perfecta.

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1.1. La Segunda Guerra Púnica. Un estudio del conflicto que estableció el eje sobre el que pivotó Roma

El primer punto que deberíamos descartar al adentrarnos en este conflicto es el de la simplificación. Pensar que es “el típico conflicto de Tierra contra el Mar” resultaría en una imagen distorsionada de lo que podemos reconstruir de los conflictos vividos entre ambas ciudades-estado en un contexto de creación de un espacio imperial que perseguía la hegemonía de la centralidad y el occidente mediterráneo.

De modo que debemos observar que ambos pueblos crearon y pusieron en juego varias estrategias y una serie de transformaciones fruto de los tiempos y de la experiencia acumulada.

Al respecto, hay una serie de elementos objetivos que desde nuestra mentalidad de hoy día podemos percibir como elementos sobre los que pivotar para lanzarse a una guerra y obtener beneficio. Pero no podemos obviar la visión de Tucídides, difundida a través del helenismo y su cultura.

Para Tucídides podemos definir toda una serie de ideas-fuerza y que rigen la política internacional:

  • Miedo
  • Honor, o lo que hoy llamaríamos hipernacionalismo
  • Interés

La Primera Guerra Púnica fue una guerra por Sicilia. Los romanos, una vez ahuyentado el desafío que supuso la invasión de Pirro de Epiro, y que consolidaron sus posiciones en el sur peninsular, percibieron la fortaleza del comercio y el poder cartaginés implantado en Sicilia, isla más cercana que Cerdeña. Y también Sicilia implicaba un equilibrio de poder entre helenos y púnicos que habilitaba un juego de poder en el que Roma podría jugar, y alcanzar un casus belli que le permitiese el dominio de la gran isla que, junto al resto de sistema de pequeñas islas, es la base sobre la que controlar el paso entre las dos cuencas del Mediterráneo y entre Europa y África. Un lugar donde los griegos asentados allí habían alcanzado una posición hegemónica que giraba alrededor de Siracusa que dominaba el oriente de la isla, y que ejercía el dominio Hierón. Mientras que el resto de la isla contaba con la hegemonía de los cartagineses y su sistema de dominio, que parte de sus plazas fuertes en el occidente de la isla.

En su magistral estudio The Influence of Sea Power upon History, basado en las conferencias impartidas en el U.S. Naval War College, el almirante Alfred Thayer Mahan afirmaba que en la era moderna ningún Estado puede reclamar el título de gran potencia si no tiene la capacidad de dominar los mares o al menos sus propias costas. Además, quien es capaz de controlar la mayor parte de las rutas comerciales marítimas está destinado invariablemente a convertirse en la primera de las grandes potencias. En la ecuación de poder, una posición geográfica que permita concentrar las fuerzas navales y, cuando sea necesario, dispersarlas, tiene una importancia crucial. En sus fronteras, el Estado marítimo también debe poseer un litoral adecuado, salpicado de «numerosos puertos profundos», con acceso rápido a mar abierto y con «una población proporcionada a la amplitud de la costa que hay que defender». Aunque Mahan sostenía que el poder marítimo es esencial, es la geografía la que determina qué país está dotado de él.

Sin embargo, estas características físicas ventajosas no proporcionan por sí solas las herramientas necesarias para el dominio de las olas. La nación también debe estar dotada de un carácter especial. Debe apreciar el valor de las actividades en el mar, cuando no estar inmerso en ellas. Debe ser comercialmente agresiva, racionalmente orientada a la obtención de beneficios para reconocer lo que está en juego en los intercambios marítimos, alcanzable con persistencia y trabajo. Su ciudadanía debe participar en la Armada incluso en tiempos de paz, adquiriendo las habilidades y la experiencia para construir una amplia reserva que se movilice en caso de conflicto y para contribuir en cualquier caso a la vibrante empresa marítima a través de los impuestos u otras formas de sacrificio colectivo. También el gobierno debe estar dotado de instituciones adecuadas y funcionarios preparados y capaces de reconocer y aprovechar la posición y los atributos del Estado.

La necesidad de este carácter nacional es evidente a la hora de definir el potencial de éxito de un país en el espacio. Todos los estados orientados al cosmos han tratado de aprovechar la fascinación popular por la exploración espacial. La ciencia y la ingeniería deben fomentar una formación adecuada. Las entidades comerciales del sector deben contar con el apoyo de políticas públicas que recompensen la iniciativa, la innovación y la capacidad de asumir riesgos para aprovechar los vastos recursos que ofrece esta dimensión. Una Fuerza Espacial (el único uso legal de la violencia nacional en el cosmos), apoyada por una guardia civil y una reserva, debe estar preparada para proteger las rutas comerciales, para garantizar el cumplimiento razonable de las normas internacionales y las directivas nacionales, y para defender las infraestructuras sensibles de las que tanto ha llegado a depender la prosperidad mundial.

Mahan consideraba el mar como un «vasto bien común, sobre el que los hombres pueden pasar en todas las direcciones, pero del que surgen ciertos caminos bien trazados por razones de control». La geografía terrestre obliga a canalizar el comercio a través de determinados corredores naturales. Y el comercio debe organizarse de forma eficiente, para ser protegido. Según el estratega estadounidense, el Estado que fuera capaz de controlar estos corredores obtendría enormes beneficios, generando suficiente riqueza para dominar a otros Estados tanto militar como políticamente.

Según Mahan, uno de los factores del poderío marítimo en el siglo XIX era la capacidad de trasladar mercancías y capitales de forma eficiente. Según el estratega estadounidense, Gran Bretaña logró convertirse en la primera potencia mundial precisamente porque fue capaz de aprovechar una situación geográfica protegida para proyectar su influencia a lo largo de las rutas comerciales europeas. Para ello, se dotó de una flota de última generación capaz de controlar los cuellos de botella más importantes y dominar así las arterias vitales de una economía mundial cada vez más interdependiente.

El Estrecho de Sicilia se ha visto envuelto en los vientos de la competencia geopolítica que desde hace tiempo barren todos los cuadrantes del Mar Mediterráneo. 

En este embudo marítimo invertido, con la cabeza en el archipiélago de Malta y el cuello de botella situado entre Mazara del Vallo, en Sicilia, y la península del Cabo Bon, en Túnez, los actores regionales y las potencias exteriores compiten también ahora (y cada vez más) abiertamente por la primacía y por extender su influencia sobre las tierras adyacentes. Desde las arenas libias hasta los macizos tunecinos, sin olvidar a los gigantes norteafricanos de Argelia y Egipto, tambaleantes en tierra pero unidos por el mismo deseo de lograr un giro marítimo histórico. En medio está Italia, con su proverbial introversión terrenal en la cual hasta ahora también se ha hallado inversa; de hecho, veremos si con el fracaso franco-alemán de la Unión Europea Italia sigue buscando una estrategia hacia la dimensión marítima como se apuntó, aunque de forma equivocada, con el ejecutivo de Conte, y en la que Italia se esfuerza por comprender el significado de los juegos estratégicos que la rodean.

De los doce cuellos de botella que cuenta el Mediterráneo siguiendo a Mahan, los siguientes se hallan en esta zona inmediata:

  • El Estrecho de Bonifacio, es un estrecho del mar Tirreno (Mediterráneo) que separa las islas de Córcega (Francia) al norte y Cerdeña (Italia) al sur. Es navegable por las rutas oceánicas que unen los puertos del sur de España y el golfo de León con el estrecho de Mesina. La migración del atún también lo utiliza por lo que cobra especial relevancia en la pesca de este recurso.
  • Canal de Sicilia
  • Estrecho de Mesina
  • Canal de Malta
  • Canal de Otranto

En efecto, Sicilia es algo más que un interesante granero por su capacidad productora de alimentos. El mar Mediterráneo, en la doble imagen de «mar en medio de la tierra» y «mar intermediario», es el escenario principal de la historia antigua, moderna, contemporánea… y de aquella que estamos empezando a trazar ahora para el devenir. En este contexto, Sicilia ha desempeñado un papel protagonista que ahora las grandes potencias tratarán de controlar y lanzar con un Mediterráneo convertido en una pieza central del dominio y la hegemonía global, como lo fue en este momento, sobre dos pilares fundamentales: el comercio y las rutas marítimas.

El tráfico mercantil en el área mediterránea comenzó a expandirse gracias a las actividades comerciales de las civilizaciones fenicia (siglos X-IX a.C.) y griega (siglos VIII-VI a.C.). En ese periodo histórico, en Sicilia, base natural de un floreciente comercio marítimo, surgieron las emporia, precursoras de la logística portuaria, que en la antigüedad eran centros de comercio al por mayor, situados en su mayoría en la costa, con la función de mercado para la recogida y distribución de mercancías en las regiones circundantes, y todo ello asociado a un santuario.

El expansionismo mercantil de la antigua Grecia condujo al inevitable enfrentamiento con los fenicios, que se tradujo en las derrotas de las tres campañas de Sicilia (480, 410 y 315 a.C.). En este momento que estamos estudiando aquí, los romanos, convencidos de la importancia logística de la isla mediterránea, se enfrentaron victoriosamente a los cartagineses en las tres guerras púnicas (241, 202 y 146 a.C.). Sicilia estaba en el centro del conflicto entre las dos potencias mediterráneas. Su centralidad congénita como plataforma comercial y militar mediterránea se remonta así a la historia antigua. Pero, del mismo modo que Roma comprendió, resulta fundamental a la hora de unir el comercio entre África y Europa, entre el oriente y el occidente, contar con la tríada central de Córcega, Sicilia y Malta, aunque cada una de esas islas cuenta con una serie de elementos específicos, a lo que por el Occidente del Mediterráneo hay que sumar el estrecho de Gibraltar, si nos centramos en los escenarios de dominio de las Guerras Púnicas.

La disputa por la hegemonía oriental de la isla por parte de los mamertinos, mercenarios itálicos al servicio de Hierón que acabaron por ocupar Mesina por la fuerza y suplantando las vidas de sus habitantes, a los que degollaron, obligó a Hierón a derrotarlos con contundencia en la batalla de Longano (269 a.C.), momento en que los mamertinos han de buscar un equilibrio para Hierón. La primera opción es Cartago, pero también se baraja a Roma, que está al otro lado del estrecho. Al final se inclinan por Roma, que tenía acuerdos de no agresión con Cartago, además de la intervención en un área de influencia púnica como es Sicilia.

La forma en que Roma decidió romper con ambos compromisos y el entendimiento con Cartago, que fue un elemento clave en la victoria romana sobre Pirro de Epiro, se debe a la estructura social en un ascenso imparable de la nobilitas de Roma, que constituye la clase dominante romana, inmersa en un proceso de expansión de recursos y nuevas alianzas por las que está controlando la península itálica, que se desarrolla con el binomio de victorias definitivas de los samnitas en los Apeninos y Pirro de Epiro.

A ello se sumaría la incorporación de familias terratenientes a lo largo del siglo III a.C., particularmente campanas que se alían entre sí, con lo que la oferta de los mamertinos ofrece una proyección de poder interesante que empieza a ejercer presión en las estructuras de poder romano en una alianza de intereses y de clase entre romanos y campanos de la élite. Estos chocarían con los intereses de la aristocracia comercial de Cartago, habituada desde hacía siglos a considerar el espacio marcado por el mar Tirreno como una zona de influencia clara cartaginesa.

Si seguimos a Polibio (I, 10), nos damos cuenta que para los romanos, que enfrentan contradicciones tales como actuar con los mamertinos de Mesina de una manera radicalmente opuesta y sin solución de continuidad, a como lo habían hecho con Regio, al otro lado del estrecho de Mesina, deciden resolverlas porque:

“(..) los cartagineses tenían bajo mando al África  a muchas partes de Hispania y que además eran los dueños de todas las islas del mar Sardo y Tirreno, recelaban de que si también se adueñaban de Sicilia, iban a tener unos vecinos muy poderosos que les cercarían Italia por todas partes”.

Y concluye Polibio que:

“Tampoco el Senado se atrevió a otorgar la ayuda solicitada (por los mamertinos)”, y que “fue la asamblea del pueblo a propuesta de los cónsules la que, ante la expectativa del botín que la guerra pudiera proporciona, decidió prestar la ayuda solicitada”.

De tales puntos se concluye que el miedo y el interés son los factores predominantes para ese conflicto que empezó por Sicilia, se desarrolló en el mar, y cuya paz y sus consecuencias no sólo supuso para Cartago perder Sicilia, también Cerdeña, ya que los romanos aprovecharon la debilidad puntual de Cartago con las revueltas de mercenarios para excederse de los límites fijados por el tratado de paz, y demuestra lo que mencionaba Polibio, que lo que deseaban era ver libres las islas que rodean a Italia del poder de los cartagineses.

Es en este punto donde Roma da un primer paso en su concepción geoestratégica y en su visión geopolítica, que se consolidará y afirmará con el desenlace de la Segunda Guerra Púnica, pues Roma dejará de mirar paulatinamente hacia el interior para pasar a mirar al mar y después más allá del mar. Sobre esta idea ahondaremos más adelante.

El marco de las guerras. Los acontecimientos de la Primera Guerra Púnica

El primer conflicto entre romanos y cartagineses empezará en el año 264 a.C. y supondrá la disputa del dominio marítimo por parte de los romanos a los cartagineses, como primera fase de lo que hemos mencionado más arriba.

El conflicto empezó cuando un contingente militar bajo el mando de Hannón supone la presencia cartaginesa ante la fortaleza de Mesina, con la excusa de responder al llamamiento de los mamertinos, o “Hijos de Marte” y evitar de este modo la captura de la ciudad por parte de Hierón de Siracusa, que está asediando la ciudad.

Mientras tanto, Roma sí que responde a la petición de los mamertinos, pues los cartagineses digamos que interpretan las deliberaciones entre a quién llamar, si a cartagineses o romanos, como una invitación a arrebatarle el control de forma directa o indirecta de Mesina a Siracusa. Roma avanza con dos legiones, y manda una avanzadilla que se presenta por sorpresa en la ciudad. Ante tal despliegue de los efectivos que podrían llegar por parte de Roma, los cartagineses optan por retirarse, y los siracusanos mantienen el asedio de Mesina. De modo que el asalto directo a la ciudad ha fracasado para Cartago, porque el que los mamertinos no abriesen las puertas de Mesina, el esfuerzo siracusano y la avanzadilla romana que demuestra que Roma considera atender la petición mamertina son elementos que Hannón valora. Si Roma ha de desplegar el resto de las dos legiones ha de ser mediante un desembarco, así que Cartago posiciona una flota en el estrecho, y retoma los intentos para conseguir Mesina. Pero el cónsul Apio Claudio Cáudex desembarca por sorpresa en el litoral oriental de Sicilia. Ante esta situación, los siracusanos se retiran, e Hierón comprende que Roma va a iniciar una apuesta firme por el control de la isla, al igual que los cartagineses, así que se declara neutral.

El conflicto vivirá una larga fase de estancamiento en las posiciones, pues Roma controla toda la isla, con la neutralidad de Hierón en la zona oriental y los cartagineses se hacen fuertes en el extremo más occidental de Sicilia, donde están en condiciones de defenderse hasta donde haga falta. Esto lleva la guerra al medio marítimo, pues Roma comprende que si domina el mar equilibra a Cartago en su medio y la victoria en este frente acabará por decidir la guerra. Para ello logran los romanos construir una flota de dimensiones impresionantes para oponerla a Cartago y controlar, de este modo, las costas de las dos islas centrales con presencia cartaginesa: Cerdeña y Sicilia.

La nueva estrategia romana pasa también por preparar un ejército enorme y organizar una invasión del hinterland de Cartago que desafíe a la misma ciudad en su tierra. Estamos en el año 256 a.C. cuando el cónsul Marco Atilio Régulo reúne 330 naves y, tras bordear por las aguas del Adriático pone las proas de las naves hacia África. Una flota cartaginesa intercepta la flota cerca del cabo Ecnomo (sur de Sicilia), y Roma vence con contundencia a la potencia marítima de Cartago. La idea romana de llevar el combate de la tierra al mar, donde la disciplina y orden romano se puede imponer se ejecuta a través del “corvus”, o “cuervo”. Un ingenio consistente en una pasarela con elementos que permiten amarrar la nave romana a la cartaginesa de tal manera que la nave cartaginesa quede atrapada, y en ese momento, a través de la pasarela, los legionarios romanos abordaban la nave cartaginesa para combatir como si fuese en tierra.

Tras esta victoria, el camino hasta Cartago está expedito para Régulo, desembarcando sin que nadie le oponga el más mínimo obstáculo, e iniciando el saqueo sistemático del muy rico hinterland agrícola cartaginés, complicando así el abastecimiento y uno de los elementos del comercio cartaginés. Régulo vence en la batalla de Adís al ejército cartaginés y Cartago ha de solicitar el inicio de las negociaciones de paz. No obstante, Régulo hace una exhibición de la mentalidad romana. Acostumbrada Roma a pelear y verse en la obligación de vencer a sus enemigos con contundencia, pues no hacerlo implicaba una serie de riesgos para Roma, esta circunstancia hace que Régulo traslade esta mentalidad a un rival verdaderamente mucho más poderoso, rico y con capacidad de generar recursos, y acostumbrado a la victoria, como es Cartago.

Esta primera situación es fundamental para lo que sucederá con Aníbal. Cartago, deseosa de hacer la paz, considera que las condiciones de Régulo son imposibles de aceptar, y quizás otra batalla implique unas pretensiones más modestas para los romanos, de acuerdo con la tradición establecida entre los reinos helenísticos. Ante igualdad de potencia relativa, conflictos y paces relativas. Pero Roma no opina así, y Cartago desea lograr que opine así. De modo que levantan un potente ejército mercenario y confieren todo el mando militar a un espartano llamado Jantipo, líder militar muy experimentado. Este acepta el mando, pero exige reorganizar las formaciones de Cartago, adaptándolas a las exigencias tácticas que se imponen para enfrentarse a un enemigo que combate como lo hace Roma. Tras un severo entrenamiento y asegurarse que las órdenes se ejecutaban de una forma óptima.

Una vez la disciplina y la preparación táctica es óptima a juicio de Jantipo se enfrenta en la llanura del río Bagradas (255 a.C.) derrotando sin paliativos a Régulo mediante una carga de los cien elefantes entrenados que tenía Cartago a su disposición destrozando las formaciones romanas y facilitando el ataque del resto de unidades. Régulo cae prisionero de los cartagineses, y Jantipo cortará las comunicaciones entre los restos del ejército de Régulo y las bases de aprovisionamiento. Estas acciones devuelven la supremacía a Cartago tanto en el medio marítimo como en el terrestre en lo que a la costa del norte de África se refiere.

Roma no dudó en replicar preparando otra gran flota que acude a buscar a los supervivientes para devolverles a sus casas. Es interesante ver cómo, de nuevo, los romanos rompen el bloqueo y embarcan a sus hombres, pero una gran tormenta prácticamente destruye el grueso de la flota. No obstante, el balance en la lucha en el mar entre la tradicionalmente y consolidada potencia marítima cartaginesa y Roma es favorable a los romanos en términos generales, con la notable excepción de la batalla que sucede cerca del puerto de Drépano en 249 a.C., cuando el cónsul Publio Claudio Pulcro perderá ante el almirante cartaginés Adérbal, después de que el cónsul Claudio Pulcro se negase a observar un mal augurio religioso respecto a entablar combate en ese momento, perdiendo más de cien barcos y miles de hombres.

La guerra entrará en su fase final a partir del 243 a.C., momento en que Roma vuelve a realizar otro esfuerzo para preparar una nueva flota que lanzará, esa es su esperanza, contra la cartaginesa. Y aquí apreciamos ya otro aspecto interesante en los romanos: las arcas públicas estaban ya casi más que vacías, y se solicita el concurso de los ciudadanos con más recursos, que acuerdan pagar los gastos de prácticamente 300 naves nuevas. El cónsul Cayo Lutacio Cátulo se pone al frente de esta nueva armada y navegan a la punta occidental de Sicilia con la intención de cortar los suministros a las tropas de Cartago, que resisten entre Lilibea y Drépano con éxito a todo intento romano para expulsarlos de la isla, que ya controlan con la salvedad de ese punto y la neutralidad de Siracusa.

Para desarrollar el plan, la flota romana ocupa las islas Egadas o Égates e inicia el control sobre ese espacio marítimo. Cartago tiene que enfrentarse por fuerza a Roma, pues de lo contrario esas tropas, a cuyo mando está el brillante Amílcar Barca, amenazan con resistir, e incluso, con alguien tan capaz, lograr algunos éxitos. En marzo de 241 estalla la batalla definitiva que acaba con una clara victoria en el mar para los romanos, y que obliga a Amílcar Barca, invicto, a tomar el mando de sus tropas para retirarse. La Guerra ha durado prácticamente 23 años.

Sicilia está en manos de los romanos, que son hegemónicos, no sólo en la península, también en Sicilia, con sus fértiles tierras y su posición de centralidad. La superioridad demográfica romana, la red de socios y aliados que la apoyan con recursos de todo tipo a la hora de enfrentarse a un enemigo temible, su capacidad de adaptación, su inteligencia a la hora de aprender de los enemigos, la decisión del cuerpo social de vencer y su determinación absoluta en la victoria con las condiciones marcadas para Roma y su beneficio hacen que los cartagineses pierdan Sicilia, suponiendo un golpe moral y económico-comercial, considerable. Por el contrario, Cartago no contará con esa aceptación y percepción de beneficios compartidos de algún modo con el hinterland cartaginés.

El cónsul Quinto Lutacio Cátulo ejercerá la representación del Senado y el pueblo de Roma para negociar la paz. En Polibio (III, 27) tenemos una copia de las cláusulas que Cartago tuvo que aceptar: la evacuación de Sicilia y de las islas entre Italia y Sicilia, delimitación de zonas para levantar edificios públicos y reclutar mercenarios, los cartagineses pagarán en 10 años 2.200 talentos y en el momento de cerrar el acuerdo, 1.000 adicionales. Los cartagineses devolverán sin pago en rescato a los prisioneros romanos, y se desharán de la mayor parte de la flota.

Lo que sucedió a continuación será la siguiente parte que preparará el conflicto de la Segunda Guerra Púnica.

La Segunda Guerra Púnica: la construcción de las condiciones hegemónicas definitivas de expansión

La derrota cartaginesa en un conflicto tan largo como fue la Primera Guerra Púnica preparó el camino para el siguiente conflicto con Roma.

Recordemos que la estrategia de Roma al principio del conflicto era agresiva y estaba encaminada a controlar todas las islas que rodean a Italia y que aún no lo hacía, particularmente, las islas donde Cartago tenía una implantación agrícola y comercial, las fundamentales Sicilia y Cerdeña.

Por el tratado de paz, queda claro que Sicilia y las islas que hay entre Sicilia e Italia eran de dominio romano, no así Cerdeña ni Córcega. Los acontecimientos que se sucedieron en Cartago permitieron a los romanos cumplir todos los puntos de su estrategia.

La derrota implica que en Cartago estalle una gran confrontación con motivo de la política interna y el proceso de redefinición estratégica de los cartagineses. Dos grupos acaban absorbiendo el conjunto de opiniones, y ambos grupos se polarizan y se enfrentan, pasando a achacarse mutuamente la responsabilidad de la derrota ante Roma.

En este contexto llegan a la ciudad Amílcar Barca y las tropas cartaginesas, incluidos mercenarios, que son licenciados. Se han mantenido por más de dos décadas leales a Cartago, han peleado con mucha eficacia en el caso de las tropas puestas bajo el mando de Amílcar, al que han obedecido en todo… pero anteriormente, las deficiencias demográficas que eran compensadas en el campo militar con los servicios de los mercenarios. Lo que exigen es lo normal después de la fidelidad demostrada, el pago íntegro de la paga, pues necesitan sentirse compensados por las privaciones y esfuerzos realizados. En ese momento los negociadores se muestran titubeantes a la hora de satisfacer lo adeudado y su comportamiento se acerca a la mezquindad, con lo que las relaciones entre Cartago y estos mercenarios empiezan a tensarse cada vez más.

Todos los recursos exigidos y las condiciones impuestas a Cartago fortalecen a Roma y a sus oligarcas, adquieren la riqueza de Sicilia… y al final de los acontecimientos que veremos brevemente a continuación, suman también el control de Cerdeña y Córcega. Los tributos y riqueza natural de las nuevas adquisiciones implican la organización administrativa de Sicilia situando un cuestor que se halla en Lilibea. A partir del 238 a.C. Córcega y Cerdeña pasaron a estar también controladas por Roma, para las que delegó pretores con la finalidad de que actúen en calidad de gobernadores y afiancen así el dominio romano en la región.

A partir de este momento, Roma ya es una nueva gran potencia con capacidad hegemónica para el Mediterráneo central y puede empezar a planificar el proyectarse hacia su vecindad, con más recursos, más excedentes, más tributos, años de paz por delante y una buena parte del antiguo comercio cartaginés ahora bajo su control. Las monarquías helenísticas herederas del Imperio de Alejandro Magno y que tienen vecindad estratégica en el Mediterráneo inician relaciones diplomáticas con los romanos, a los que perciben como potencia occidental con capacidad de influir cada vez mayor y a la que hay que tener en cuenta para el futuro, y que se proyectará rompiendo por primera vez su pensamiento geoestratégico tradicional cruzando el Adriático desempeñando las armas romanas dos guerras, la primera entre 229 y 228 a.C. y que estalló por el ataque a las rutas comerciales romanas a través del Adriático por parte de las tribus ilíricas que obedecían a la Reina Teuta, y cuyo poder estaba en ascenso, además de por la piratería.

La intervención de Roma implicó el control romano sobre las ciudades griegas de Epidamno, Corfú y Faros, donde Roma estableció un protectorado; y donde ascendió al trono de Iliria Demetrio de Faros como competidor de la Reina Teuta, el cual tras 9 años de entendimiento percibe una ventana de oportunidad para ampliar sus dominios y esfera de poder aprovechando el conflicto que Roma tiene con los celtas de la Galia Cisalpina. Este hecho lo animó a construir 90 barcos y desafiar el tratado que él había establecido con Roma al llegar más al sur de Lissus (la actual Lezhë, al noroeste de Albania), cosa que supuso la declaración de la Segunda Guerra Ilírica, entre 220 y 219 a.C. y que dejó a Demetrio de Faros derrotado y refugiado en la corte del rey Filipo V de Macedonia, que animó al rey macedónico a oponerse a Roma con el contexto de la Segunda Guerra Púnica.

El conflicto en Cartago y la definición de la estrategia a seguir

Surge una disputa, que seguramente estaba latente, por la hegemonía en la ciudad norteafricana, ¿qué había reportado la política ultramarina de Cartago? Una guerra con Roma. ¿Y si en lugar de mantener esta política conviene extenderse por todo el norte de África ampliando la base agropecuaria en detrimento del poder de los comerciantes y artesanos?

A partir del siglo V a.C. Cartago deja de pagar tributos a los númidas y libios y empieza primeramente una expansión territorial a la par que la actividad allende los mares reportaba un poder creciente: las colonias de Ibiza, Cerdeña, Córcega, Sicilia, Malta y las establecidas en Iberia o Hispania convertían el Mediterráneo en un lugar de expansión cartaginesa. A todo ello, las necesidades de suministros y de alimento repercuten en una expansión territorial, afirmándose en grandes zonas del actual Túnez, cuyas bases son las fértiles tierras del valle del río Bagradas y, ante todo, la península del Cabo Hermes; y, allí es dónde la expansión cartaginesa se hace más fuerte. Paulatinamente se van incorporando nuevas tierras que pertenecen a la esfera de poder de Cartago que han de satisfacer a las poblaciones libias que ahora pasan a depender de Cartago. El ejército se convierte en el siglo V a.C. en un factor de poder que entronca con ambos brazos de concentración de poder político: los comerciantes (conquista de partes de Sicilia) y en el norte de África, con la mencionada expansión.

El enfrentamiento con posiciones de disputa en la centralidad del Mediterráneo lleva a Cartago a la guerra con dos potencias que planean arrebatarle a Cartago esa posición, como son Siracusa y Roma. De hecho, ambas potencias realizarán la misma acción estratégica: llevarle la guerra a Cartago a su hinterland, tal y como Agatocles, Marco Atilio Régulo, Publio Cornelio Escipión que se llamaría por su éxito “Africano”, y Publio Cornelio Escipión Emiliano (llamado Africano Menor y Numantino). El primero lo hizo con dos expediciones contra Cartago, donde hubo una expedición por el territorio de alrededor a Cartago, cabe pensar si con la idea de establecer colonias y comercio, según Diodoro Sículo XIX-XX; las otras tres corresponden a cada una de las tres guerras púnicas. En todos los casos, en guerra contra Cartago.

Este hecho supone una sensación de peligro inusitado para los cartagineses, acostumbrados a resultar victoriosos y llevar ellos la iniciativa y la guerra en el norte de África contra númidas y libios, hasta tomar lo que ellos ansiaban y alcanzar los pactos que a los cartagineses convenía. El desplegar ejércitos capaces, efectivos y bien dirigidos causaba un pánico notable entre los cartagineses, temerosos además de que, al igual que logró Agatocles, devastasen su territorio, tomasen ciudades y cerrasen acuerdos con aliados que los traicionaban, deseosos de librarse del yugo impuesto por los cartagineses, a diferencia de los romanos, que pueden contar con la solidaridad e intereses compartidos de grupos que resultan fundamentales. La forma en que Cartago domina el territorio resulta agresiva, no integradora, punitiva y se basa en la amenaza de una guarnición militar.

En medio de la Primera Guerra Púnica Hannón llevó a cabo una campaña que lo llevó hasta el borde del Sáhara, en Teveste, expandiendo el dominio cartaginés hasta un punto no visto. Tal campaña perseguía sanear las finanzas para poder mantener el esfuerzo de guerra después de años contra Roma en Sicilia. A ello se suma que tal punto no es suficiente, con lo que a los campesinos libios sometidos a Cartago se les exige la mitad de su cosecha como tributo. Este acontecimiento es fundamental, pues mientras Hannón representa la base agropecuaria de la riqueza y el poder, otro general sale simultáneamente en dirección contraria, hacia Sicilia, para mantener la guerra en la isla, se trata de Amílcar Barca, y representa la otra vertiente del poder oligárquico cartaginés: el comercio. Este acontecimiento sucede en 247 a.C., y es este precisamente el año en que nace Aníbal Barca.

Definidos los antecedentes (y contendientes) en esta pugna por definir la hegemonía de Cartago en la derrota se producen los acontecimientos que propiciarán la definición de la política exterior de los cartagineses. La falta de pago de los mercenarios, como ya se ha dicho, provoca la rebelión de aquellos que habían combatido con valentía, eficacia y lealtad a cambio de una paga que ahora se les escatimaba. Con la diferencia que ahora no están lejos de Cartago, más bien lo contrario, y esto provoca una oleada de solidaridad de muchas tribus que ven la ocasión de hacer negocio el resultado es un alzamiento en armas de esos mercenarios.

Bien podría ser que quizás Hannón viera la oportunidad de deslegitimar a Amílcar Barca, “esos mercenarios tuyos se han rebelado”. Claro, que para eso debía “salvar” a la patria. Por esa razón, Amílcar Barca se hace cargo de la situación y adiestra a sus tropas para poder afrontar las circunstancias sobrevenidas. Al principio cuenta con unos 10.000 hombres. Llega su ejército Amílcar Barca a la desembocadura del Bagradas, en pleno hinterland cartaginés, una de sus grandes bolsas de riqueza. Los rebeldes son capitaneados por un libio llamado Matón y un campano (itálico, en la región de la actual Nápoles) llamado Spendios. Con ello Amílcar aleja a su enemigo de Cartago, y se reorganizan y convencen a libios y númidas para que algunos de ellos se les unan, y empiezan a acosar a Amílcar, que se ve en la necesidad de iniciar una retirada hacia el interior del país y alejarlos de Cartago, además de Útica e Hipona, que están siendo asediadas por Matón.

Amílcar cae en una emboscada y queda encerrado en un barranco rodeado de montañas llamado Khanger-el-Hajhadj. En ese momento, un príncipe númida llamado Naravas traiciona a los rebeldes y se pasa a Amílcar, forjando con él una alianza, que incluirá el matrimonio con la hija de Amílcar, hermana mayor de Aníbal.

Ante tal situación Amílcar cambia de estrategia, ofreciendo la conciliación y el perdón, y libera unos prisioneros como signo de buena voluntad, ante tal situación los líderes se sienten abandonados y replican torturando y asesinando a los rehenes cartagineses. Una situación parecida a la quema de naves que hiciera en su día Agatocles al desembarcar en África: no hay marcha atrás, sólo hay un camino, pelear hasta el fin.

Con tales acontecimientos Hannón suma sus fuerzas a la de Amílcar, que hasta el momento operaban por separado, pero la cooperación fracasa en la rivalidad política que enfrenta a ambos y en determinar ante Cartago cuál de los dos sería el conjurador de tal peligro para Cartago. Con los celes renovados, Útica e Hipona caen en manos de los mercenarios y avanzan para ponerle cerco a Cartago. Pero los cartagineses rompen el asedio con firmeza, y Amílcar Barca se lanza en su persecución, no obstante, los mercenarios logran una victoria ante la ciudad de Túnez, y son ya tres años de guerra con los mercenarios para volver al punto de partida. Cartago moviliza todos sus recursos y obliga a Amílcar y a Hannón a operar juntos y ponen finalmente una conclusión a la guerra favorable para Cartago en 238 a.C.

Será en este contexto cuando Roma se haga con el control de Cerdeña y Córcega, rompiendo las condiciones del tratado, y haciendo que Cartago no pueda emprender una declaración de guerra que Roma sabe que puede hacer. Las grandes islas que rodean Italia son todas suyas.

La definición de una nueva proyección geopolítica para Cartago

La primera opción posible es concentrar los esfuerzos en ampliar el poder de Cartago en todo el norte de África, renunciando a una nueva proyección más allá del mar. Esta es la propuesta del partido terrateniente, y por consiguiente, de Hannón. Pero realizar esta política significa desencadenar una guerra de venganza contra libios y númidas, y exponer a la ciudad a nuevos tormentos, por no hablar de Útica e Hipona. El modelo del Egipto de los Ptolomeos, un modelo basado en una explotación de las riquezas de un país extenso y fértil, con nudos comerciales, pero basado en la concentración de la inmensa mayoría de las tierras en el norte de África es el modelo que ofrece Hannón a Cartago.

A ello ofrece Amílcar una nueva dimensión de la tradicional hegemonía comercial, que aúna tanto a comerciantes como a artesanos. A ello hay que sumar que se trata de satisfacer 2.200 talentos que exige Roma y 1.200 talentos que hay que añadir y que los romanos sacar además de Cerdeña. A esto hay que sumar materias primas que antes proporcionaban Sicilia y Cerdeña y que permita, al igual que había sucedido, lanzar un imperio comercial.

El objetivo es la península ibérica, ya que allí abundan elementos clave, tales como el hierro, la plata, el estaño, el plomo, además de una potencia demográfica de la que Cartago escasea en forma de mercenarios que equilibren a los númidas y libios, ahora en tensión con ellos y que conviene distender la política. Otro argumento a favor de Amílcar, pues ha casado a su hija con un destacado númida. En contra de Hannón pesa la mala gestión de lo sucedido con los mercenarios, pues él provocó con su actitud el levantamiento, la proximidad del escenario de guerra, lo sucedido con miembros de tribus númidas y libias que podría soliviantar a ambas y contar con la sombra de Roma, que ya había demostrado su capacidad para aprovechar las circunstancias contra Cartago. Artesanos y comerciantes se oponen a Hannón, que tan sólo cuenta como masa a favor a los terratenientes.

Amílcar ha demostrado estar invicto cuando a dado una batalla, puso a los romanos en jaque en Sicilia y si hubiera contado con tiempo, quizás hubiera cambiado la situación, amplias capas de la población y a nadie escapa que fue su conducción de las tropas, cuando por fin Hannón quiso colaborar con él obligado por las circunstancias, lo que condujo a la victoria.

Amílcar vence a Hannón, y al primero se le concede el mando supremo de Libia como nueva tarea político-administrativa para que obtenga todas las competencias y poderes necesarios para lanzar su expedición a Hispania. ¿Por qué Hispania? Además de por las razones aducidas, la península ya es una zona muy conocida por los marinos y comerciantes cartagineses, además desde el siglo V a.C. Cartago tiene un comercio cada vez más intenso con varios puertos de la península ibérica, además de asentamientos fenicios, pues recordemos que los cartagineses son una colonia de los fenicios de Tiro, además de buenas relaciones con turdetanos e iberos.

Será desde su cargo dotado del mando supremo de Libia como Amílcar preparará toda una serie de acciones diplomáticas con los fenicios y con los pueblos autóctonos de la península que tengan un valor estratégico a la hora de llevar a cabo su proyección geopolítica. A ello se suma un hecho interesante, por lo menos para ganar tiempo, la península ibérica está, de momento, fuera de la inmediata acción de control directo de Roma, que como ya hemos visto pondrá su atención en el Adriático y en las tribus celtas de la Galia Cisalpinas, en el valle del Po.

A partir de ahora, con Cartago agotada por las guerras, las pérdidas y sus complejas consecuencias, todo queda en manos de los Barca. Serán ellos lo que con su acierto salven a Cartago, o con su fracaso la hundan, posiblemente sin remedio. Al igual que los magónidas fueron la familia aristocrática a cuyo éxito se confió Cartago en la expansión hacia Cerdeña y Sicilia de los siglos anteriores, ahora los bárquidas serán los que delimiten el futuro hispánico de Cartago.

En su primera adolescencia Aníbal Barca es consciente de lo sucedido con los mercenarios y de cómo su padre y Hannón habían actuado. De todo ello concluye Aníbal, y los bárquidas, que la guerra no debe llegar nunca al norte de África en un conflicto contra Roma, y también aprenderá que, debido a la falta de potencia demográfica, Cartago depende de mercenarios, y que estos deberán ser tratados muy bien bajo su mando, quedando siempre muy clara la cadena de mando. Tendría que inspirar lealtad sin precedentes en una tropa que no está combatiendo por su propia voluntad, ni en defensa de su patria, su familia ni sus tierras, tan sólo por dinero.

Con la flota limitada por el tratado de paz favorable a Roma, Amílcar sigue el curso de la costa del norte de África hasta llegar al estrecho de Gibraltar, donde una flotilla cartaginesa les provee de suministro y organiza una “cadena”, para salvar los 14 kilómetros que separan en este punto África de la península ibérica. Aníbal tiene 10 años, y están en el séquito junto a sus hermanos Asdrúbal y Magón.

Una introducción

Hay momentos en la historia en los que se producen eventos de tal magnitud que provocan una cesura en el transcurrir por los siglos de la humanidad. Uno de esos momentos está relacionado con el paso de la República al Imperio en Roma.

La cantidad de elementos que propician ese acontecimiento histórico marcó la mutación de la República romana hacia el imperio y la consiguiente primera globalización de la historia, en muchos aspectos, modelo y espejo de las que le han sucedido. Más aún, aspectos tales como la crisis política, la decadencia moral, la corrupción política, el empobrecimiento de grandes masas de población, la utilización del Estado para promover y proteger los intereses de los más poderosos, la llegada masiva de esclavos a la metrópolis llevando a la pobreza a campesinos y artesanos, el control de los recursos agrarios y ganaderos por parte de grandes terratenientes. Pero también hay paralelismos con el fenómeno de una migración hacia las grandes urbes desde un mundo rural. La existencia de una convivencia de varias civilizaciones en un espacio mediterráneo que van borrando o mutando las tradiciones romanas. Incluso la expansión de populismo.

Para seguir los conflictos vinculados a la crisis de la República y la Guerra Civil romana se han usado fuentes primarias, entre otras, de César los comentarios de César a la guerra civil; del pseudo César, la guerra alejandrina, la guerra africana y la guerra en Hispania. Se ha escogido la obra de César por ser la fuente más directa, a pesar de reconocer el aspecto propagandístico. Las fuentes secundarias son diversas.

Podrán ver cómo la geografía y la historia condicionan en gran medida los problemas y potenciales soluciones ante la situación actual de indeterminación, conflictos y crisis… tal y como fue en el pasado.

Partimos de un hecho determinante: que existe una guerra que cambia el reparto de poder, la economía y la sociedad en su conjunto, en este momento la referencia sería la Segunda Guerra Púnica.

En Europa y en Occidente la concentración de poder se hace siguiendo el modelo romano: la República y el Imperio romano, la Revolución francesa y el I Imperio francés, por ejemplo, serían modelos análogos en muchos aspectos, como los de las tensiones sociales, crisis y colapso, etcétera. El actual vendría dado por la V República francesa, creada por el general Charles de Gaulle, que recogería las anteriores tradiciones, y que habría proyectado en la presidencia de la República. A su vez, cierto impulso federal se puede encontrar en los forjadores de hegemonías, como puede ser las Provincias Bajas Unidas, el Imperio británico y Estados Unidos.

En Occidente el forjador de hegemonía une en la adversidad, los peligros, en la necesidad de afrontar desafíos que ponen en riesgo. La República romana se enfrentó a tensiones tales como:

  1. Migraciones masivas(cimbrios y teutones).
  2. Derrotas de legiones que debían detenerlas.
  3. Guerras serviles.
  4. La guerra social.
  5. La lucha por el poder en forma de guerras civiles.
  6. La presión de pueblos en las fronteras naturales.
  7. Conflictos sociales intensos.
  8. Individualismo y dominios con diferentes lenguas con los que la República hubo de pelear para aplastar a las élites y sus impulsos centrífugos.
  9. Vinculación la ciudadanía a una serie de privilegios que otros pueblos desean.

Igualmente, hoy nos hallamos envueltos en presiones y puntos de fricción tanto externos como internos, además de sociales, políticos, morales, económicos o de justicia y percepción de la equidad, que hace que nos tambaleemos. Presiones en todas las fronteras y por parte de diferentes agentes, ocupación de territorios clave en la expansión y formación de un nuevo gran espacio. A ello hay que sumar un periodo de crisis económica y fin de modelo y sistema, con tensiones que abren la puerta a la necesidad de hallar una solución mediante la figura de una personalidad con gran capacidad de liderazgo y atracción de masas.

A esto hay que añadir cambios en la concepción de la economía, el orden social y político; ocio vinculado a la política y a las clases populares; populismo alentado por la demagogia desde diferentes posiciones del espectro político, y la búsqueda de síntesis entre ambos puntos desde ciertas élites derrotadas pero que tratan de dirigir el rumbo de los acontecimientos hacia sus propios fines usando las masas. Catón el Joven y su propuesta de renunciar a las tierras extra-itálicas, como solución para protegerse de la construcción de la realidad imperial, también es algo que debería resultarnos familiar.

También son factores a considerar la presencia de un cambio en el ejército y fortalecimiento del mismo; el éxito o el fracaso del ascenso al poder se libra en el mar, en una batalla marina que suele ser definitiva: Augusto en Accio en el 31 a.C. que permitió una campaña terrestre sin oposición por el Levante hasta Egipto; o a la inversa en el caso de Napoleón: un intento de conquista desde Egipto hacia el Levante, pero permitió que Nelson le destrozase la flota en una sola batalla, acabando por enfrentarse el poder naval en Trafalgar, con el mismo responsable del fracaso marítimo que en Egipto, Villeneuve.

En el momento presente nos hallamos en circunstancias parecidas a las allí vividas.

Les invito a seguir las diferentes publicaciones que en los principales ejes iré haciendo en esta web y a compaginar todo ello con el trabajo que desde el Instituto Symposium se viene desarrollando a través de su revista llamada Hermes Kalamos.